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Qué me hizo decidirme por la partera, aun cuando dos médicos me habían indicado cesárea.

Tuve a mi hija a la edad de 28 años.
Yo me decidí a ir con partera porque me inspiran la confianza que otros profesionales de la salud no. 

Bien, pues yo había roto fuente tres semanas antes de la fecha probable de parto y no tenía dolores de trabajo de parto aún. Bueno, primero es que sabía que mi hija no era prematura, era pretérmino, según la terminología de la NOM-007 por lo que eso no era un indicativo de cesárea.

Segundo es que sabía que podían pasar entre seis y doce horas antes de que la pérdida y/o posible contaminación del líquido amniótico representara un peligro para el bebé.

Tercero, que el monitoreo no registró sufrimiento fetal. En realidad, todo estaba en los parámetros normales para un parto fisiológico. Entonces, asumí el riesgo, basada tanto en información, como por supuesto, en mi instinto, en lo que mi cuerpo me decía.

Dos médicos, sin valorarme clínicamente, me querían hacer cesárea, solo por evitar "cualquier riesgo", aún cuando el riesgo no estaba presente, y si lo estuviera sería mínimo a razón de 1 muerte frente a 500 desenlaces exitosos.



Mi parto lo atendió una partera tradicional, quien era la maestra de dos auxiliares-alumnas, que hacían la labor de doulas mientras aprendían el arte de partear.

Yo, comparto profundamente las mismas razones y emociones que expresan las mujeres entrevistadas para el estudio “La Partería en México desde el punto de vista de las usuarias” cuyos resultados indican que:

“Las mujeres expresaron su temor a ser regañadas y maltratadas por el personal de salud. Mencionaron su miedo a que “las corten” (operación de cesárea) y están en desacuerdo con el exceso de valoraciones ginecológicas (tactos vaginales) durante el monitoreo para el parto. Se documentó que el personal de salud sanciona a las mujeres cuando sus bebés nacen en un contexto distinto al hospitalario. Esta falta de respeto y arbitrariedad hacia la mujer recién parida va erosionando la confianza en el sistema de salud. 

A las entrevistadas el modelo de partería tradicional les resulta más accesible porque resuelve necesidades básicas durante el embarazo, parto y postparto que el sistema de salud tiende a ignorar. La práctica de las parteras es valorada y las mujeres mantienen la conexión con ellas durante varios partos y embarazos. Se establece una relación de confianza donde la partera cuida de la mujer (sobándola, dándole consejos, animándola y brindándole confianza) y deshace los miedos que experimenta al enfrentarse por primera vez al parto o a un parto con riesgo. La partera logra atender un parto vía vaginal aun si el médico/a indicó un parto por cesárea." (Uicab y Juárez 2017). 

En el momento del parto quieres mantenerte cerca de las personas que “deshacen los miedos”, no de quienes los provocan. Y es lo que venimos diciendo desde el 2014, cuando a través de una carta dirigida a la Asociación Mexicana de Partería, la en ese entonces Asociación Civil “Parteras Tradicionales Unidas Tumben Cuxtal” (ahora colectivo Osa Mayor) se pronunció a favor no sólo de las parteras profesionales, sino que puso en la mesa el valor de la tradición maya en la atención del parto. (Para ver parte del pronunciamiento haz click aquí).

Como a las mujeres del estudio en Yucatán, a mí también me sancionaron en Guanajuato, no por el centro de salud sino por el Estado. Me hicieron dar mil vueltas para asentar a mi hija en el registro civil, sólo porque la constancia de nacimiento decía que yo no había sido atendida por un médico, sino por una partera. Ella no tenía certificado profesional, era una partera empírica con 17 años de buenas experiencias en la atención de partos, reconocida en la escuela de partería por todo el valor técnico y cultural que tenía para aportar a las nuevas generaciones de parteras.

En realidad, las necesidades de y los abusos hacia las usuarias trascienden la cultura, y nuestras demandas van más allá de una moda urbana o de un "rescate" del folklor rural.  Tras las nuevas reformas sobre la enseñanza y aplicación de la partería, y con el esfuerzo de organismos que abogan por los partos respetados, si todo va bien, pasaríamos paulatinamente de tener parteras tradicionales, a tener parteras certificadas formadas en la tradición, con la autonomía necesaria para conservar y transmitir sus saberes y no los que la institución les impone.

Esto sucedería certificando a través de un examen de competencias, culturalmente pertinente, a aquellas parteras empíricas con amplios años de experiencia. Y que les permitan seguir practicando, enseñando y aprendiendo, para que las nuevas generaciones de parteras se enriquezcan con las buenas prácticas surgidas de la tradición.

En cambio si todo va mal, y el cambio sucede brusco, sin mediación como al parecer es la tendencia, las parteras experimentadas formadas en la tradición se verían obligadas por ley a dejar de asistir partos y, esperemos que no, sin espacio para transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones de parteras certificadas.

Tampoco queremos parteras, ya sea certificadas, profesionales o tradicionales, subordinadas a los médicos en los hospitales. Sino que queremos que los hospitales cambien sus formas materiales, pero ante todo, su ideología de la atención de partos. Queremos modelos en los hospitales donde realmente se respete la autonomía matrifocal, y el vínculo materno-paterno-filial, y en este aspecto particular, las parteras formadas en la tradición, tienen mucho que enseñar en las facultades de medicina.

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